Siva Kumari: “Nos interesa en especial cómo el alumno construye conocimiento”
Despliega sus respuestas con esa fusión de serenidad y firmeza tan propia de los hindúes. Muestra pasión por una pedagogía de raíz filosófica que no impide, sin embargo, cosechar los frutos de la evidencia empírica. Directora general del Bachillerato Internacional (BI), Siva Kumari visitó Madrid invitada por el enlightEd de Fundación Telefónica.
Su programa tiene una fuerte vocación global, pero en Educación nunca podemos obviar el contexto en el que actuamos. ¿Cómo combinan ambas dimensiones?
Respuesta. —Resulta fundamental que el alumno entienda que los problemas son globales. Y que ante ellos hay que actuar desde lo local, según los valores de cada lugar, de cada familia. Aspiramos a conectar a los alumnos, cada uno con sus propias características, a los asuntos globales.
¿Más allá del contexto específico de cada centro, el BI tiene que encontrar su encaje sin entrar en colisión directa con los currículos nacionales o regionales. Entiendo que no siempre resulta sencillo.
—El debate llega en el Bachillerato propiamente, ya que los programas que tenemos para Primaria y Secundaria obligatoria no son tanto currículos sino marcos generales. Pero en Bachillerato [Programa Diploma], demandamos mucho al estudiante, que si además ha de cumplir con todas las exigencias de su país o región, se encuentra ante una tarea muy, muy dura que puede llegar a ser contraproducente. Para esta etapa entablamos con las autoridades largas conversaciones, repletas de paciencia, buscando encontrar un encaje adecuado. El que tantas universidades estén encantadas de recibir alumnos del BI es siempre un punto a nuestro favor.
¿Apuestan por metodologías activas en un aprendizaje ante todo competencial. Visión pedagógica en la que cobra especial relevancia el reto de la evaluación. Ya sabe, ¿cómo se evalúa el pensamiento crítico, la creatividad…?
—Pensamos con mucho detenimiento qué evaluamos y por qué. Sí uno pretende asociar tan solo un número a la capacidad de pensar críticamente, cosas muy importantes en clase se resienten. Nuestras evaluaciones tienen que ver con criterios, con cómo el alumno aborda un tema y desarrolla un pensamiento de alto nivel a partir de preguntas relevantes. Por ejemplo la influencia de la guerra en los seres humanos, más que cuándo empezó y terminó tal guerra. El profesor anima al debate, a la investigación, a conocer distintas perspectivas. Y al final se logra lo que llamamos un efecto resaca [en sentido marítimo] donde nuestro modelo de evaluación favorece estas dinámicas en el aula y viceversa.
¿Y cómo plasman en la práctica su modelo evaluativo?
—Los examinadores evalúan si el alumno ha cumplido en sus respuestas con criterios fijados. No medimos lo que es fácil de medir, sino lo que resulta difícil. Por eso casi nunca utilizamos test de respuesta múltiple o instrumentos similares. Lo cierto es que empleamos mucho tiempo reflexionando sobre este tipo de cuestiones.
Decía antes que las fechas históricas no son tan importantes como la repercusión de los acontecimientos. ¿Qué lugar tiene el contenido puro, la memoria, en el BI?
—Hay que saber lo suficiente para construir argumentos sobre, digamos, el porqué de las tendencias nacionalistas en la actualidad. Por supuesto que los contenidos tienen su importancia, así como el acceso a los mismos ante la enorme disponibilidad de fuentes que tenemos ahora. Nos interesa en especial cómo el alumno construye conocimiento.
Y a ello dedican toda una asignatura, Teoría del Conocimiento, quizá uno de los aspectos más originales de su propuesta. Los debates epistemológicos tienen un recorrido tan largo como uno quiera. ¿En qué se centra el BI?
—Se trata de debatir cómo se forma el conocimiento atendiendo a distintas ópticas como la biológica, que lo entiende como proceso científico. Mostramos al alumno una síntesis de toda la sabiduría acumulada sobre el tema. Enseñamos también que hay mucha desinformación, infinidad de webs que no cuentan la verdad o la interpretan a su manera. O las diferencias entre conocimiento computable del que no lo es. Los alumnos suelen odiar la asignatura [risas], pero luego les deja un buen recuerdo y aplican lo aprendido a su vida adulta.
¿Entran en cuestiones más abstractas como los paradigmas? Constructivismo, conductismo…?
—Algo de eso hay. Nuestra inspiración proviene de la filosofía constructivista, recogemos ideas de Dewey, Vigotsky…, pensadores que sitúan la mente del niño en el centro de sus propuestas. Pero todo dirigido a que el alumno se haga preguntas sobre si él mismo es un pensador crítico, disciplinado, equilibrado.
Su pedagogía tiene un fuerte componente humanístico. ¿Resulta este especialmente necesario en un mundo tan tecno-céntrico?
—Sin duda. Estamos poniendo demasiado el foco en cómo la tecnología puede mejorar tu vida, y soy la primera que la adora. Pero casi no atendemos a la otra cara de la moneda, sus desventajas, sus peligros, lo que te pierdes si estás todo el día con la cabeza gacha mirando el móvil, la conciencia de que alguien lo ha programado para provocar una nueva interacción cada siete segundos. Las humanidades ofrecen la base que permite al alumno mirar la foto en su conjunto.
Y, supongo, ayudan a contener la oleada utilitarista que en los últimos tiempos hace furor en la Educación global. Para el BI, ¿resulta más importante formar buenos ciudadanos o trabajadores eficientes?
—[reflexiona unos segundos] Buenos ciudadanos, ante todo, pero que por supuesto puedan ser también trabajadores eficientes, sin que esto implique que dejen de hacerse determinadas preguntas. Aspiramos a que el alumno se conozca a sí mismo y pueda evolucionar en función de sus circunstancias, descubriendo nuevas pasiones, siendo abierto y flexible.