Las siete razones de los docentes que no se reciclan
Cada viernes y sábado, cientos de profesores gallegos acuden a cursos, encuentros, talleres o seminarios para mejorar su formación. Lo hacen porque quieren ser mejores profesionales, porque les preocupan sus alumnos, porque les gusta estar al día de las novedades, porque les apasiona su trabajo… Lo hacen porque quieren. Su esfuerzo supera la formación exigida para cobrar los sexenios, que es de 100 horas en el período, lo que supone 16 por curso o, lo que es lo mismo, menos de dos horas al mes.
El informe Talis, la macroencuesta hecha a 250.000 maestros y profesores de secundaria de 48 países -y en la que Galicia participa en el global estatal, no con una muestra ampliada (como ocurre con PISA)- señala siete razones por las que los docentes no acuden a actividades de desarrollo profesional: la más importante es que «no hay incentivos»; lo dice el 68 % de los maestros españoles (76 % de los profesores de secundaria), que ven cómo al sistema tanto le da que el docente invierta su tiempo libre en estudiar y prepararse como que no haga nada. Es una de las grandes reclamaciones de los maestros, que esperan que un futuro estatuto del docente diseñe la estrategia de una carrera profesional. «No se trata de ganar más -explica una profesora lucense- sino de ventajas como intercambios, períodos sabáticos, responsabilidad sobre equipos [que no dirección de centros] o más puntos para el siguiente concurso».
La segunda razón más esgrimida es la falta de tiempo debido a responsabilidades familiares, un problema para el 55 % de los encuestados (un poco más para el grupo de profesores de primaria que para el de secundaria), así como un 50 % (59 % en los institutos) veía que la formación es incompatible con el horario laboral. Desde Addiga, la asociación de directivos de instituto de Galicia, creen que aquí radica gran parte del problema: «Hay falta de tiempo para conciliar, y también se puede hablar de las presiones del horario laboral y el trabajo acumulado», lo que dificulta encontrar un momento para hacer formación, y «desde luego, los cursos no facilitados por instituciones públicas son caros, y lo de los incentivos es un caballo de batalla perdido hace tiempo». Y apuntan que «los propios sindicatos son históricamente reacios a valorar con incentivos económicos o de otro tipo la formación individual de los docentes». Lo del precio de los cursos (fuera de la oferta oficial) es un problema para el 49 % de los maestros (42 % en secundaria), lo que lo convierte en la cuarta razón para no acudir a formación.
Diferencia en secundaria
La falta de una oferta adecuada (40 % en primaria y 54 % en secundaria), la falta de apoyo de los superiores para invertir horas de trabajo en la formación (22 % y 29 %, respectivamente) y no cumplir los requisitos exigidos para acudir al curso (12 % y 10 %) son los tres últimos motivos que alude el informe Talis.
Es interesante comprobar las diferencias de valoración entre los profesores de primaria y secundaria: que los cursos sean fuera del horario laboral y que no haya oferta adecuada son razones de más peso entre los docentes de instituto.
«Para cobrar antigüedad hay que hacer 100 horas de formación al sexenio; yo hago 500 por curso»
Los profesores gallegos tienen que demostrar su participación en actividades de formación si quieren cobrar los sexenios, un plus que marca la diferencia y que a los treinta años o más de ejercicio es de 460 euros al mes (a los 20 años son unos 280 euros mensuales). Pero la exigencia de formación es mínima. Lo explica un directivo de un instituto de Pontevedra: «Para cobrar los sexenios tenemos que hacer 100 horas de formación en el período, pero eso es poquísimo [no llega a las dos horas al mes lectivo]. Por ejemplo, a mí que me gusta estar al día hago unas 500 horas de formación por curso». Este docente no cree que el problema sea la falta de incentivos, al menos no en Galicia: «Hace poco estuve en un curso para atención a las altas capacidades. Fue un sábado entero en Santiago, y comimos allí mismo. Lo mejor para mí fue que pusieron una ludoteca y pude llevar a mis hijos, que estuvieron jugando».
En su experiencia, el problema es más personal: «Somos funcionarios y algunos solo aspiran a cumplir con sus horas y a otros les mueven otras cosas». En su caso, el cansancio ante la formación llega ahora, tras décadas de ejercicio: «Es cierto que si vas a muchos cursos al final se repiten un poco o tú crees que ya sabes bastante. Con los años me he vuelto más exigente, eso es verdad».
Fuente: La Voz de Galicia