Llega la revolución al aula
Programas de ordenador que corrigen los exámenes de los alumnos, que les enseñan a leer, a mejorar su escritura, a aprender inglés a través de mensajes de voz, e incluso que analizan sus relaciones interpersonales para evitar el acoso escolar. Todo ello forma parte de la inteligencia artificial, un campo que comienza aplicarse tímidamente en la Educación. “Actualmente se emplea en ciertas materias, como los programas que corrigen exámenes o enseñar a escribir bien a los niños, pero no está completamente desarrollada. Aún estamos en un proceso de digitalización, es decir, de pasar del papel al digital”, señala Rafael del Hoyo Alonso, responsable de Big Data y Sistemas Cognitivos del Instituto Tecnológico de Aragón. Las previsiones de los expertos dicen que se desarrollará mucho más en los próximos años, de hecho, en Estados Unidos o Finlandia los profesores utilizan ya los datos almacenados en las tabletas digitales de los alumnos para mejorar su formación. “Poco a poco se irán incorporando elementos, por ejemplo, en el libro electrónico habrá herramientas que guíen al alumno, es decir, que el usuario sea parte de un contexto. Las editoriales están introduciendo herramientas que permiten este cambio”, anticipa Rafael del Hoyo.
Todos esos datos generados al utilizar los programas y aplicaciones a través de las tabletas digitales serán vitales para ajustar la enseñanza a cada alumno. “Hay cosas que se están introduciendo y que no se ven. Por ejemplo, los datos se guardan en los dispositivos y tienen información de lo que está haciendo el estudiante: en qué falla más, en qué materia es mejor, a qué hora se pone a trabajar, cuánto tarda en hacer un ejercicio, etc. Se trata de encontrar patrones en el comportamiento del alumno que sirvan al profesor para mejorar la enseñanza. Lo que antes se hacia en el aula ahora lo hará un programa que le dirá al profesor dónde es mejor o peor el estudiante. De manera que servirá para personalizar el contenido en función del perfil del alumno, dando más importancia a ciertas materias con respecto a otras”, dice este experto en Big Data. Quien insiste en que los datos y la estadística son una herramienta más para el profesor, ya que le van a ayudar a identificar problemas y anticiparse a ellos.
A largo plazo, los programas de inteligencia artificial permitirán recomendar a cada persona cuáles son los estudios que mejor se adecúan a sus capacidades, gustos y proyección laboral, avisarle cuándo corre riesgo de suspender una asignatura, detectar un posible abandono antes de que ocurra, etc. “El uso inteligente de los datos va a facilitar una educación exclusiva para cada persona”, explica David Bañeres, investigador de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En la enseñanza universitaria ya hay ejemplos de cómo la analítica del aprendizaje mejora las notas de los estudiantes y reduce la tasa de abandono: la universidad norteamericana Purdue (Indiana, Estados Unidos), lleva años permitiendo a los profesores utilizar los datos de los alumnos para dar notificaciones en tiempo real; recopilan datos demográficos, historiales académicos o el esfuerzo del estudiante, con todo ello, el sistema permite realizar intervenciones semiautomáticas a los alumnos para resolver los problemas académicos que puedan tener. Tras la implantación de este proyecto, se detectó un incremento de las calificaciones más altas, una disminución de las más bajas y una reducción llamativa del abandono. Pero las máquinas no son perfectas, ya que están programadas por hombres. “La inteligencia artifical no deja de ser un programa de ordenador, que lo programa el ser humano y que, por tanto, tiene errores. Lo importante es que los programas estén validados por entidades externas que certifiquen su calidad. La Unión Europea está trabajando en que la inteligencia artificial está basada en unos principios éticos y que sea trasparente, es decir, que el usuario sepa qué están haciendo con sus datos. Para utilizar los datos del niño se debe tener la autorización expresa de los padres”, explica Rafael del Hoyo.
Pero incluso esos márgenes de error también se corrigen, ya que según apunta este experto, la mayoría de los modelos de inteligencia artificial aprenden con la experiencia, es decir, los algoritmos aprenden con los datos y con los errores corregidos.
¿El profe robot?
El siguiente paso es introducir un tutor virtual o chatbot (programa informático con el que es posible mantener una conversación, algo parecido a Siri), que le resuelva las dudas al niño. Se trata de un asistente que contestará a las preguntas del alumno. “De momento no está en los colegios, aunque sí existe ya en las plataforma de enseñanza a distancia de adultos”, puntualiza Rafael del Hoyo. De hecho, el investigador David Bañeres trabaja actualmente en un proyecto para desarrollar un tutor inteligente que atienda a los universitarios las 24 horas del día. “Lo podemos imaginar como una aplicación en el móvil con acceso por chat de texto o de voz (como Alexa o Siri)”, señala.
Entre tanta tecnología, ¿qué papel va a desempeñar el profesor? “La figura del profesor va a cambiar y será más humana: él dará lo que no puede dar la máquina. Se convertirá más en psicólogo y menos en enciclopedia. Tendrá que centrarse más en cómo hacer para que el alumno aprenda”, responde Rafael del Hoyo. Algo en los coincide Jorge Vázquez, coordinador TICs (Tecnologías de Información y Comunicación) en el Colegio Villalkor (Alcorcón, Madrid), uno de los centros que más apuestan por la inteligencia artificial: “Los alumnos siempre van a necesitar una figura humana en su progreso, porque lo que enriquece la educación no es que un programa gestione sus resultados. El contacto con un humano y las interrelaciones con las personas son fundamentales para el crecimiento en valores de los niños. Ninguna máquina va a ser capaz de sustituir a un profesor, porque esa relación que existe entre profesor-alumno-familias es inalcanzable para un programa informático”.
La nueva tecnología, que se desarrolla sobre todo en colegios privados y subvencionados, choca con la realidad de la escuela pública: “En Educación apenas se dispone de presupuesto para lo básico como para tener que invertir en esta novedosa tecnología”, comenta un profesor que prefiere permanecer en el anonimato. Esta diferencia de velocidad en la implantación de las últimas tecnologías puede abrir una brecha de desigualdad. Sin embargo, el pronóstico de Rafael del Hoyo es más optimista: “Actualmente, la digitalización está bastante extendida en los colegios. Y, al final, la tecnología y su precio se popularizará”.
La experiencia de los colegios
La digitalización de los centros educativos es un proceso imparable. Según el último informe de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y de la Fundación Telefónica, más de tres cuartas partes de los centros cuentan con banda ancha y más de la mitad de alumnos y profesores están acostumbrados a trabajar con Internet y con las nuevas tecnologías en el aula, esto incluye los teléfonos móviles y el aprendizaje por proyectos.
Además de los programas de corrección de exámenes o aprendizaje de escritura, existen ya otros que miden las relaciones de los alumnos con el fin de alertar al profesor sobre una situación de acoso escolar. El colegio Villalkor lo ha implantado en sus aulas y según describe Jorge Vázquez, coordinador de TICs en el centro, la aplicación WatsomApp, “se vale de sencillos juegos y preguntas clave para que los alumnos establezcan un mapa de relaciones personales, a través de simulaciones de situaciones reales y significativas. Los alumnos, en el aula de informática, crean un avatar eligiendo la apariencia que deseen: color de pelo, ropa, cara, ojos… Este avatar es su imagen en el juego. Superando las fases, obteniendo medallas y puntuación en cada reto, se obtiene información importante en función de las selecciones que cada alumno elige en los retos que se le presentan”. Con ello se consiguen tres objetivos: proporcionar al alumno una vía de expresión confidencial, a la que únicamente tiene acceso el Departamento de Orientación; dispone de información sobre la dinámica interna de las relaciones entre los alumnos de cada clase, así como su evolución a lo largo del curso escolar; y establecer medidas más concretas para mantener y mejorar la convivencia en el centro. Este centro también ha integrado otros programas con los que el profesor puede realizar un seguimiento del trabajo de cada niño. “Los alumnos comparten información y trabajan de forma cooperativa en el aula en el entorno Google y Alexia Classroom. De este modo elaboran trabajos, y se realiza un seguimiento de su evolución académica. Además, usamos Kahoot y otros programas similares dentro del entorno de la gamificacion (técnica de aprendizaje capaz de motivar y de enseñar a los alumnos de una forma lúdica) “, explica.
¿Y los fallos de la inteligencia artificial?
Para el profesor Jorge Vázquez, existe aún un escaso desarrollo en este campo. No hay suficientes herramientas aún. “Por ejemplo, una de las carencias que he detectado tiene que ver con la estandarización: terminas utilizando en el aula herramientas diferentes para distintas tareas y el problema es que no se comunican entre sí, lo cual hace complicado compartir datos entre ellas. Cuando esto sea posible, facilitará la labor del docente y el progreso del alumno. Y luego está la falta de componente humano en la inteligencia artificial. Porque los programas te ofrecen números, que al final tienen que ser tratados y dotados de un significado racional y relacional que nunca van a ser capaces de ofrecer y ahí.
Fuente: Padres y Colegios