Actividades extraescolares: ¿dónde está el equilibrio?
Con el inicio de curso también vuelven las actividades extraescolares. Baile, fútbol, música, robótica, yoga, karate… Aprender idiomas, practicar un deporte o desarrollar las dotes artísticas o las inquietudes por la ciencia y la tecnología de los niños fuera del horario escolar puede tener un efecto positivo. Pero también se corre el riesgo de aplicar una sobrecarga al niño no acorde a su edad.
¿Dónde está entonces el equilibrio? Hay que sopesar el tipo de actividad que se elige, el tiempo que se dedica a ellas en detrimento de las tareas escolares o de su tiempo de juego y, sobre todo, dar la opción a los menores de abandonar si no quieren seguir.
Se ha hablado mucho sobre estas clases fuera del horario lectivo, que pueden organizarse en el mismo centro escolar o en otros espacios de formación o academias, tanto públicos como privados. Desde el punto de vista de las familias, además de desarrollar otros intereses de los hijos, supone una ayuda indispensable para la conciliación, consiguiendo cuadrar los horarios de los niños con el trabajo de los padres.
Para muchas familias, las extraescolares no son una elección, sino que deben llevar obligatoriamente a los menores a este tipo de cursos para alargar el horario lectivo, al no disponer de otras opciones familiares o de flexibilidad horaria para poder recoger a sus hijos en el colegio cuando finaliza el horario de clases ordinario.
Poniendo el foco en el beneficio pedagógico –siempre dejando el espacio necesario de tiempo libre de los niños–, en estas actividades los menores pueden desarrollar aspectos más allá de lo que aprenden en las aulas de los colegios e institutos. Los profesores de la enseñanza reglada también opinan: un alumno que hace algo que le motiva se siente más realizado, lo que no solo es positivo para el propio estudiante, sino que redunda en el ambiente de clase, porque aporta otros valores al conjunto del grupo.
Según los últimos datos del Instituto de Evaluación del Ministerio de Educación, nueve de cada diez alumnos de Primaria está apuntado a alguna clase extraescolar, siendo las deportivas las mayoritarias (70%), seguidas de los idiomas (28%) y las relacionadas con la música o la danza (25%).
La tendencia se mantiene en Secundaria ¿Pero estamos eligiendo bien estas actividades? ¿Se trata de una ayuda o puede afectar al rendimiento de los menores? Analizamos pros y contra de las extraescolares con profesores, padres y pedagogos.
Un informe de la OCDE, PISA in Focus, sobre las extraescolares realizado en el año 2006 con datos de distintos países, ya revelaba que la relación entre rendimiento académico y el tiempo de estudio invertido en clases extraescolares y clases particulares es negativa. Es decir, que los alumnos de los países con mejor rendimiento medio en PISA, emplean menos tiempo en clases extraescolares y particulares y pasan más tiempo en las clases normales del colegio que los alumnos de los países que sacaron peores resultados.
Además, en España, según el citado estudio, las clases impartidas fuera del colegio tienden a agravar las desigualdades por el contexto socioeconómico de los alumnos y también afecta al rendimiento de los estudiantes con menos recursos.
Para Raimundo de los Reyes-García, presidente de Fedadi, hay que diferenciar, por un lado, entre lo que serían clases de refuerzo o de recuperación de las materias que se dan en el horario lectivo y que, por tanto, son evaluables; y por otro, las actividades complementarias, que son todas aquellas que buscan profundizar en alguna inquietud o vocación del alumno, es decir, mejorar sus competencias individuales en función de sus gustos particulares.
“Cuando hablamos de centros públicos, el sistema debería ser capaz de cubrir todo refuerzo que necesite el niño para poder estar a la altura del resto de la clase. Por lo tanto, el mismo colegio debe facilitar toda la ayuda extra que precise el alumno si tiene peores resultados en alguna asignatura y no llega al nivel mínimo exigido por el profesor; si depende de que la familia pueda pagar o no una academia o clases particulares, se rompería el concepto básico de equidad que tiene que garantizar la enseñanza pública”, indica De los Reyes-García.
Lo mismo opina Mª Carmen Morillas, portavoz de la Ceapa. “Las necesidades académicas deben cubrirse en el centro, porque si no se estaría fomentando la desigualdad entre el alumnado, más aún cuando sabemos que una de cada cuatro familias tiene problemas para llegar a fin de mes y que el 35% de los hogares no puede afrontar gastos imprevistos”, señala.
En este sentido, cuando el niño tiene alguna dificultad, se debe acudir al centro escolar para buscar una solución con sus profesores. Cosa distinta, añade, son las actividades encaminadas a ofrecer al alumno un conocimiento más amplio del mundo y que no siempre se pueden dar dentro de la enseñanza reglada, como es la música, el teatro, manualidades o algún deporte en concreto.
Morillas destaca en este sentido que actividades extraescolares no siempre tienen que ser de pago. “Se trata de continuar su Educación fuera del horario lectivo y la oferta cultural y de ocio de hoy en día permite opciones muy diversas, y muchas de ellas en nuestros pueblos y ciudades son gratuitas”, asegura. Pasear en familia por la naturaleza puede ser tan buen complemento a la Educación del niño como una clase más sentado ante una pizarra, “no siempre hay que pensar en una academia” cuando se habla de extraescolares.
Las escuelas deportivas municipales también ofrecen precios muy económicos e incluso gratuitos para que los alumnos que quieran practicar alguna actividad puedan hacerlo sin un sobrecoste para las familias. Por eso, una buena planificación sería estudiar bien la oferta de actividades que ofrecen los distintos ayuntamientos antes de inscribir a los niños para encontrar la que mejor se adapte también a las posibilidades económicas de cada hogar.
En la misma línea, para Raimundo de los Reyes-García, de Fedadi, muchas de las actividades que realizan los propios colegios por la implicación de su profesorado también pueden considerarse actividades extraescolares. “Lo que tiene que buscar es un objetivo pedagógico, pero un viaje de estudios o una excursión buscan también ofrecer a los alumnos una visión de la realidad más allá de los libros de texto y de la programación de las clases”, señala. Algo que, según afirma, no sería posible sin la entrega del profesorado que, “por suerte tiene una gran vocación” y de forma generalizada está dispuesto a asumir “ese esfuerzo extra” por los alumnos.
Fuente: Magisterio