La Ley de educación digital, una norma imprescindible para nuestra educación
Los que ya éramos adultos en el siglo XX veíamos el cambio de siglo y de milenio como una epifanía social, donde todo lo experimentado hasta entonces se convertiría en un remoto pasado. Preveíamos cambios sociales trascendentales y movimientos que nos llevarían a una prosperidad sin reservas. Sin embargo, era pura ilusión, porque todo cambio implica no solo un riesgo sino también un período más o menos largo de transición para adaptarnos a lo nuevo y deshacernos de viejos hábitos consolidados. Y ahora que hemos superado el cuarto de siglo del nuevo milenio, todavía estamos tratando de poner en orden todos los cambios que nos han sucedido y siguen ocurriendo sin esperanzas claras de que nuestra capacidad como individuos y sociedad permitan amoldarnos a todos ellos.
Sin embargo, como en este espacio siempre se habla de educación, trataré de centrarme en este ámbito para darle una consistencia real a mis palabras. El nuevo siglo ha introducido en nuestras vidas numerosas tecnologías relacionadas con la comunicación: teléfonos móviles, tabletas, ordenadores y diversas aplicaciones; por último, también ha llegado la inteligencia artificial o IA. Todo esto ha irrumpido rápidamente en nuestra existencia sin importar ni el país en que nos encontremos ni la edad que tengamos. Sin embargo, aquí comienzan a surgir las diferencias. No es lo mismo ver cómo un adulto maneja estas tecnologías —al que se le presuponen capacidades para discriminar riesgos— que cómo lo hace un niño o joven que aún está desarrollando esa capacidad.
Por eso, como las normas siempre van a la zaga de los impactos que las novedades producen en las sociedades, los legisladores nunca pueden anticiparse completamente a las crisis o problemas que estas generan en las personas. Después de 25 años viendo cómo la inmersión en las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han revolucionado —para bien o para mal— la vida tanto adultos como jóvenes, ahora se están estableciendo normativas oficiales que busca evitar que estas crisis sean graves o crónicas limitando sus alcances.
En este sentido, es importante destacar que, desde hace algún tiempo, todos los países han ido adoptando medidas para regular tanto el acoso tradicional como el que se produce a través de las redes sociales o en la escuela y las han extendido al uso escolar de los móviles y ahora también a la educación digital.
En este contexto, la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia ha asumido el liderazgo para impulsar una ley de educación digital. El objetivo es normalizar todo lo relacionado con las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial (IA) en el ámbito escolar. La Xunta espera aprobar esta ley antes de finales del año actual o a principios del próximo.
Como ya hemos mencionado, siempre legislamos después de que las innovaciones hayan tenido impactos negativos en un ámbito determinado. Después de observar los riesgos que las tecnologías digitales estaban generando entre nuestros niños y jóvenes, era hora de establecer límites claros. Esto permitirá que tanto las autoridades como los docentes, padres y alumnos, es decir, toda la comunidad educativa, sepan cuáles son sus derechos y deberes.
Parece que con una ley como esta, Galicia se sitúa a la vanguardia en legislación digital en educación. Aunque no es la primera vez que lo hace —ya ha sido pionera en otras áreas—, pero ser el primero tiene la ventaja de que otros puedan inspirarse en sus disposiciones, pero también tiene el inconveniente de que otros puedan identificar y resolver aspectos que han estado ausentes para incorporarlos a sus propias leyes. Sin embargo, como dice el proverbio chino: “incluso el viaje más largo comienza con un primer paso”. Bienvenidos sean los siguientes pasos.
José Manuel Suárez Sandomingo