La ternura también después de navidad
Se acaba la Navidad, esa época del año que activa nuestras emociones y sentimientos. Esa época en la que compartimos ilusiones y cariño, que recordamos a los seres queridos que se han ido, que enviamos felicitaciones y buenos deseos, que participamos en alguna campaña solidaria acercándonos a los más necesitados, que hacemos regalos a aquellas personas que sentimos próximas: familia, amigos, compañeros de trabajo, colegas… La ternura y el amor se disparan, y son los hijos los principales beneficiados de tanto afecto. Dedicamos horas a los preparativos de las fiestas, a las compras, a la decoración, a pasear con ellos por la ciudad para que vean algún Nacimiento, a los Reyes Magos y a Papá Nöel. Ponemos toda nuestra ilusión en cada uno de los momentos, incluso si estamos pasando algunas circunstancias dolorosas o adversas, para ver las sonrisas y la alegría de los niños. Somos todo ternura, somos sensibles a las situaciones del otro, somos capaces de sentir y empatizar. Los medios de comunicación se preocupan por divulgar historias entrañables y tristes que puedan hacer saltar nuestras lágrimas; la publicidad nos predispone emocionalmente, todo ello en Navidad.
¿Y qué pasa con las emociones al acabar la Navidad?
Se acaba la Navidad y con ella comienzan de nuevo las rutinas. Los niños vuelven al colegio o al instituto, comienzan las prisas, los horarios y las exigencias. Esas emociones de cercanía y empatía, esa comprensión y esa ternura que fuimos capaces de manifestar a nuestros hijos durante la Navidad se va desvaneciendo y en su lugar comienzan a aparecer otras emociones negativas que interfieren en el bienestar personal y familiar.
Suele suceder que a diario nuestros hijos no son capaces de hacer sus tareas y cumplir con sus responsabilidades con la rapidez y eficacia que nosotros desearíamos; que no son capaces de actuar constantemente de acuerdo a nuestras expectativas y necesidades y eso genera mucho estrés, ansiedad y frustración y, por tanto, enfado y rabia tanto a padres como a hijos. Así, la relación se va enturbiando y los niños empiezan a sentir cierta carencia afectiva en el día a día por la falta de señales de cariño, ternura y comprensión. Es posible, que nos dejemos ir y pueda haber un exceso de riñas, por pequeños asuntos cotidianos (el orden, los horarios, la comida, la higiene, las tareas escolares), que produzcan inseguridad al niño. En esas disputas se dirige demasiada energía negativa que interpretan como desapego o falta de amor, nada apropiado para un desarrollo afectivo y cognitivo adecuado, así como para una buena autoestima que les aporte confianza y seguridad.
¿Por qué mantener el espíritu navideño a lo largo del año?
Ese interés sincero y esa empatía que fuimos capaces de despertar en las fiestas navideñas hacia nuestros hijos y nuestra familia; ese ambiente estable, comprensivo y lleno de ternura que hizo sentirse seguros a nuestros hijos, debemos de prolongarlo a lo largo de todo el año. Los niños para construirse necesitan sentir una fuerte unión y reasegurar constantemente el afecto de los padres. Eso lo perciben a través del contacto físico, de las caricias, los besos y los abrazos; pero también, y muy importante, a través de los gestos y las palabras. Los hijos necesitan sentirse comprendidos, sentirse aceptados y acompañados con amor y ternura en su desarrollo y crecimiento. Necesitan que les demos tiempo a aprender.
Por ello debemos seguir manifestándole nuestro cariño y ternura. Compartiendo con ellos juegos y otras situaciones lúdicas y de ocio con ilusión y comprensión, como hacemos cuando los llevamos a ver a los Reyes Magos y esperamos en esa larga cola para ver como ellos se emocionan durante unos minutos. Escuchando con atención lo que piensan y sienten, mostrando interés por sus deseos y necesidades, del mismo modo que atendemos a su carta a los Reyes y a Papá Nöel y luego nos recorremos mil tiendas hasta encontrar aquello que desea.
Os deseo de corazón que la Navidad continúe en vuestros hogares y tengáis mucho bienestar.
Dolores Armas Vázquez
Psicopedagoga
Fuente: Carriola