Plan de Nueva Arquitectura Pedagógica para Galicia
Hace ya muchos años que los pedagogos le venimos insistiendo a la Administración educativa que, además de poner en marcha medidas que mejoren la educación de nuestro alumnado, tiene que acondicionar los centros educativos para adaptarlos tanto a los nuevos tiempos como a una impartición de los contenidos acorde con la cultura de la sociedad actual. Y, últimamente, parece que la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia está dando pasos importantes en el sentido de crear espacios idóneos para poner la escuela gallega en el siglo XXI. Pero, antes de entrar en los detalles sobre una cuestión tan importante, quisiera hacer un breve repaso histórico de cómo ha sido la evolución de los centros escolares para que todo el mundo aprecie que las estructuras físicas también inciden, en buena medida, en la docencia de los profesores y en el aprendizaje de los alumnos.
Si nos remontamos a los inicios de la educación pública en España, casi la totalidad de los centros existentes estaban formados por escuelas unitarias ubicadas en casas particulares que no disponían de las más mínimas condiciones higiénicas ni pedagógicas para que muchos alumnos que acudían a ellas pudieran aprender los pocos conocimientos que sus docentes les querían transmitir. Este tipo de escuelas perduró en España hasta bien entrados los años sesenta del siglo pasado, aunque también hay que reconocer que durante todo ese periodo se produjeron algunas novedades importantes. Fue el caso de aquellas casas alquiladas que pasaran a ser pagadas por el Estado en lugar de hacerlo los ayuntamientos o también de algunas poblaciones gallegas que contaran con escuelas modernas para la época, como las levantadas por los particulares y asociaciones de emigrantes gallegos en América, que no sólo construyeron establecimientos adaptados a las nuevas tendencias pedagógicas, sino que los dotaron de materiales educativos acomodados a la formación de los escolares. El régimen franquista nacionalizó estos edificios y los utilizó como escuelas nacionales, pero no dio lugar a que se produjeran otras semejantes hasta mediados de los años sesenta, cuando inició la ejecución de un plan de centros educativos -sobre todo en zonas rurales- cuya morfología todavía puede verse hoy a lo largo y ancho de nuestra geografía. Se trataba de edificios construidos con una forma alargada y estrecha en sus cabeceras, divididos en dos niveles: una planta baja y otra superior, en donde se acomodaban las aulas y la casa del docente. Hoy la mayoría de ellas se encuentran en desuso o han sido rehabilitadas para fines sociales o reconvertidas en albergues.
No será hasta finales de la década de los 60 y, sobre todo, de los años 70, cuando se implanten centros educativos pensados exclusivamente para ese fin. En el medio rural, llegarán a reagrupar todo el alumnado que antes se encontraba disperso por las escuelas unitarias de un ayuntamiento o de toda una comarca. Esta modificación del sistema educativo español no sólo supuso una transformación estructural y una modernización de los espacios educativos (aulas, campos de deportes, bibliotecas, laboratorios, etc.), sino de todos los componentes de la educación (diversidad del profesorado, atención individualizada, etc.).
Durante varias décadas, es decir, desde la época de los primeros centros diseñados desde el centralismo imperante hasta la actualidad, han transcurrido más de cuarenta años de proceso autonómico, con gobiernos que no han valorado, al parecer, la necesidad de considerar, como diría Marshall MacLuhan, que el medio también es el mensaje. O, lo que es lo mismo en el caso escolar, el medio en el que se instruye también transmite un mensaje educativo. ¿Y cuál es ese mensaje? Pues que la educación actual está definida por una concepción abierta e integradora de la educación, pero que se encuentra instalada en unos equipamientos que nos trasladan a la educación que el pedagogo brasileño, Paulo Freire, llama educación bancaria. Una educación presidida por las clases magistrales en las que el alumnado debe aprender lo que le imparte directamente el profesor, contenidos de los que también será evaluado. Este método educativo tampoco es integrador, porque divide a los alumnos en grados sin tomar en cuenta sus formas de aprendizaje y, así, un sinfín de características inadecuadas para el momento actual que impiden que desde las formas vigentes de los edificios escolares no se pueda progresar pedagógicamente como requiere nuestra sociedad.
Todos estos puntos de referencia y muchos otros han sido puestos sobre la mesa hasta en sus más mínimos detalles en los debates de la Consellería de Educación, con el fin de posibilitar un cambio de modelo arquitectónico de los centros escolares gallegos. Se trata de un modelo que está pensado para adaptarse a las condiciones físicas y climáticas de nuestro entorno, a la vez que singularizará la educación del alumnado de hoy y del futuro. Este marco de actuación se ha denominado Plan de Nueva Arquitectura Pedagógica y ha tomado tierra en 2024 a través de algunas modificaciones en centros de A Coruña y Pontevedra, pero que, a partir de 2025, se extenderá a toda la comunidad.
Algunas de las medidas del plan son:
• La creación de espacios flexibles adaptados a las metodologías del siglo XXI, como patios cubiertos y pistas multideportes.
• La promoción de la eficiencia energética de los edificios.
• La instalación de ascensores para mejorar la accesibilidad de la comunidad educativa.
• Los cambios visuales y arquitectónicos con relación a los desagües y la iluminación de los espacios.
• La implementarán de las energías renovables con instalaciones fotovoltaicas.
• La creación de espacios pedagógicos innovadores como los Polos Creativos, para fomentar las competencias en matemáticas, ciencias, tecnologías e ingeniería (STEM, por sus siglas en inglés), tan en auge gracias a las nuevas tecnologías (inteligencia artificial, impresión 3D y realidad virtual).
Además de un largo dosier de elementos y procesos con los que desde la Administración educativa se busca crear un modelo de centros más flexible, versátil, accesible y respetuoso con el medio ambiente, a la par que adaptado a las necesidades educativas del alumnado del siglo XXI. Todo un proceso de inmersión que fomentará la cultura actual y apoyará las capacidades del alumnado.
Como todo proceso de incorporación de novedades a un sistema tan extenso y regulado como el de la educación, este conllevará una etapa de transición algo dilatada en el tiempo, pero que definirá y aportará muchas decisiones sobre la evolución de nuestras futuras sociedades.
José Manuel Suárez Sandomingo