El consumo de pornografía en los escolares: empieza con 8 años e impacta en el cerebro
«Uno de cada diez niños de 8 años tiene su primer contacto con la pornografía, un consumo que se estabiliza y se hace más frecuente entre los 13 y 16 años. A partir de esa edad acceden a ella semanalmente», explica el psicólogo y sexólogo clínico Alejandro Villena, que ha sido profesor honorario de la Universidad Autónoma de Madrid y ha participado en múltiples investigaciones sobre el problema del porno en los adolescentes. Villena acaba de editar una guía para familias publicada por CEU Colegios en la que deja claro que «la pornografía hace al adolescente menos inteligente».
Menos capacidad de memoria
En una entrevista con Efe señala que la adicción al porno produce un deterioro de las habilidades ejecutivas del cerebro, «importantes para la inteligencia y que impiden mantener la capacidad de atención en clase y de trabajar la memoria». «Hay una alteración de los circuitos de la recompensa que tienen que ver con la dopamina, hay unos picos muy intensos de dopamina y unos bajones muy grandes y eso va generando desensibilización. Luego tenemos un deterioro en la corteza prefrontal, que es como mi freno del coche, como un director de orquesta del cerebro que se va desgastando porque tiene que hacerse cargo de una intensidad a la que no está preparada», señala.
En definitiva, el consumo problemático de pornografía merma la atención, la memoria y las funciones cognitivas que no dan un rendimiento óptimo. A ello se suma –añade– un deterioro en las neuronas espejo y en las capacidades que tienen que ver con la empatía. «El porno te hace cada vez más insensible. El aislamiento y la falta de empatía son dos características comunes», coincide el director de la asociación Dale una Vuelta, Jorge Gutiérrez, que ayuda a la prevención y recuperación frente a esta adicción en los menores.
Aparece sin buscarlo
Gutiérrez también señala que el consumo de pornografía en escolares es en su mayoría es involuntario, ya que se lo encuentran en redes, «sin buscarlo». «El problema es normalizar esta conducta, pensar que no te afecta, que no es para tanto, que uno controla. Y aunque uno sea capaz de controlar, una mínima parte cae en la adicción», incide mientras la profesora y responsable de Igualdad del sindicato independiente de docentes Stes-Intersindical Sonia Blanco urge un cambio en las legislaciones para impedir el «fácil acceso» de los menores a estas páginas.
«Solo hay que mentir en la edad», recuerda al tiempo que explica que en otros países se ha regulado con la tarjeta SIM de los móviles o haciendo una comparación de documentos de identidad. No obstante, «la coeducación es fundamental desde que empiezan el colegio», señala tras urgir mayor coordinación entre familias, centro, administraciones educativas y alumnado. «Invertir en métodos para este control es necesario», explica Blanco al tiempo que considera que el sector de la pornografía es «tabú» porque aporta mucho dinero al Estado: «y es así de triste. No solo hablamos de internet, está la industria de cine de adultos, y hay mucho dinero por medio».
Desde Save the Children, la directora de Incidencia Política y Social, Catalina Perazzo, también indica la necesidad de herramientas a nivel técnico «de verificación de edad, de etiquetado de contenidos. Los derechos de la infancia hay que cumplirlos».
Impacto en la salud mental
«A día de hoy ningún chico o chica está libre de consumir pornografía, porque es como una pandemia», alerta Alejandro Villena que indica que el consumo no va ligado a ningún perfil socioeconómico o cultural sino que hay personalidades más propicias a desarrollar adicción como las impulsivas o que pueden tener problemas de salud mental o de TDH o espectro autista. Y es que, para todos los expertos consultados, el consumo de porno deteriora la salud mental y puede estar vinculado a personas con estos problemas ya que «muchas veces se usa para evitar la frustración, la ansiedad o la depresión, y normalmente el resultado es que, pasado el corto plazo, el nivel de frustración, ansiedad o depresión aumentan», señala Gutiérrez de Dale Una Vuelta.
¿Futuros maltratadores?
Estos investigadores añaden que un consumo problemático de pornografía en menores favorece creencias machistas, violentas y misóginas y desde Save The Children Catalina Perazzo recuerda que «la adolescencia es una etapa de conformación de la identidad y de la propia personalidad» del futuro. Una educación afectivo sexual adecuada en todos los ciclos educativos y herramientas de prevención y sensibilización son los principales reclamos. «Que sea integral, donde placer, respeto y responsabilidad estén siempre presentes», recalca Gutiérrez.
En este sentido la guía que ha publicado CEU Colegios ofrece unas pautas que dan señales de alerta a las familias y claves según edades sobre cómo tratar estos temas en casa. «La pornografía te intoxica, te va dando un manual de instrucciones erróneas sobre la sexualidad. Yo digo que es un manual de destrucción», puntualiza Alejandro Villena.
Fuente: Magisnet