Qué aporta la nueva ley
La nueva ley es una reacción directa a la Lomce y por tanto contará con muchos apoyos. Como suele ser habitual en las normas del PSOE y del PP no nace excenta de polémica. Esto es un repaso a las características principales de la norma:
Lo más polémico
Los puntos más polémicos de la nueva ley son los que a su vez generaron más quejas en el 2013 con la ley Wert: las asignaturas de Religión y Educación para la Ciudadanía (polémica en el año de su nacimiento, en el 2006, con la LOE) y el concierto con los colegios privados. Celaá lleva a la Cámara la misma filosofía del 2006: la asignatura de Religión debe ofrecerse obligatoriamente a los colegios (para cumplir con los acuerdos con la Santa Sede) pero se puede cursar o no, según quiera la familia; si el alumno no se apunta a Religión la hora es libre. En cambio, en un curso de primaria y uno de secundaria los estudiantes tendrán que cursar obligatoriamente Valores Cívicos y Éticos (una suerte de Educación para la Ciudadanía) que vale para la nota como cualquier otra materia. Hay que recordar que Wert obligó a elegir Religión frente a Valores Éticos y que ambas materias valían para la media (para becas o notas de corte, por ejemplo).
El segundo punto de tensión está en los conciertos. Isabel Celaá deja claro que el Gobierno prefiere la educación pública, pero que aceptarán la concertar la privada como alternativa, pero no se lo va a poner fácil, sobre todo a las empresas que hacen de los colegios un negocio (otra cosa, recalca la ministra, son los centros religiosos o con un ideario propio). Y si bien el concierto se tolera —en gran medida porque siempre le sale a cuenta a la Administración— Moncloa no piensa lo mismo en el caso de los colegios que diferencian por sexo, que en Galicia son cuatro y están vinculados al Opus Dei. En esos casos, la nueva ley explica que tienen prioridad en el concierto el resto de centros (mixtos) y que para incluirse en el programa de ayudas los colegios segregadores han de presentar una serie de planes de coeducación y que garanticen la enseñanza de postulados de igualdad de género.
Anti-Wert
Las medidas polémicas ocuparán gran parte de los titulares de las próximas semanas, pero hay otras que echan abajo la Lomce y que tendrán menos eco. En gran parte porque hasta el propio PP entendió que no eran factibles.
La más importante es la desaparición de las llamadas reválidas, exámenes externos que iban en contra de la filosofía de evaluación continua y que podían suponer la repetición en 6.º de primaria, en 4.º de ESO; incluso, inicialmente también se vinculaba a la promoción en tercero de primaria. Tras el bachillerato, la selectividad se convertía en reválida y si no se aprobaba no había título de etapa. Todo eso pasó a la historia con el segundo ministro de Educación de Rajoy (Méndez de Vigo lo suspendió) y ahora se borrará de la ley.
Otro punto que se ahoga es el itinerario. Con la Lomce, en 3.º de ESO los alumnos elegían qué Matemáticas querían cursar, si Aplicadas (pensando en ir a FP) o Académicas (camino del bachillerato). Al final se aplicó de forma descafeinada porque se cursasen unas u otras el alumno tenía el mismo título y podía elegir hacia dónde seguir. Pero los pedagogos pusieron el grito en el cielo: los alumnos tenían que elegir en marzo de 2.º de ESO hacia dónde ir, que acababa teniendo un sesgo socioeconómico: desfavorecidos a FP y clase media y acomodados a la universidad.
En la misma línea que lo anterior, desaparece PMAR. Era una versión del pelotón de los torpes: los alumnos que repetían y molestaban en clase los enviaban en 2.º y 3.º a un curso apartado donde estudiaban por ámbitos y después en 4.º se sumaban al resto de compañeros. Ni que decir tiene que los alumnos de 4.º provenientes de PMAR suspendían mucho más que el resto.
Y lo mismo ocurre con los alumnos de adaptación curricular. Estudiantes con alguna discapacidad que antes de Wert tenían su título de ESO y podían optar a ciertos trabajos y oposiciones, pero con el paso del ministro popular se quedaron en un limbo.
Lo que se mantiene
Fundamentalmente, la FP básica. Frente al curso de respiro que había diseñado la LOE y que se demostró un fiasco absoluto (PCPI), la FP básica da dos años a los alumnos que repiten (desmotivados y de grupos de cierto riesgo) para retomar su vida; si aprobaban podían pasar a la FP de grado medio e, incluso, titular en ESO y seguir a bachillerato. La FP básica bien aplicada, dedicándole atención y recursos, se ha demostrado como interesante, recuperando en estos centros punteros a más del 50% de los estudiantes que sin ella estaban abocados a plantar la secundaria.
Qué hay de nuevo
Son propuestas no muy llamativas pero bastante interesantes sobre el papel. Por una parte, en los dos primeros años de la ESO se permitirá agrupar las materias por ámbitos, de tal modo que los alumnos no noten en exceso el paso de la primaria a la secundaria, y de hecho solo pueden tener una asignatura más que en sexto. En segundo lugar, las materias optativas de ESO se podrán concretar en proyectos de investigación o en APS (aprendizaje servicio, aprender mientras colaboras con la comunidad), lo que en comunidades como Galicia, con un alto nivel medio, puede tener consecuencias muy positivas en la formación de los estudiantes. Y el tercer punto novedoso es que el bachillerato se considera una etapa casi puente a la universidad y por eso un alumno no tendrá que repetir las asignaturas que apruebe; se espera así retener a esos estudiantes que dejando cuatro materias, por ejemplo, abandonaban el bachillerato por no tener que repetir todo el curso (que tiene 10 u 11).
También se hace hincapié en la FP como un espacio de formación permanente, y se intenta repescar a todos los alumnos. El abandono escolar temprano tiene en España una tasa inaceptable en Europa: 17 de cada 100 jóvenes solo tiene la ESO, o ni siquiera.