ONG, aliadas para educar más allá de los libros
Lengua, Matemáticas, Inglés, Biología, Ciencias Sociales… son solo algunas de las asignaturas que estudian los alumnos en Primaria o Secundaria. Pero este año más de 500.000 estudiantes de 2.000 centros escolares de toda España aprenderán también quiénes son los rohinyá. Esta etnia con nombre difícil de pronunciar, que habita en el norte de Birmania, centra este año la XVI campaña Kilómetros de solidaridad que organiza Save The Children.
El objetivo de la ONG es llamar la atención sobre la crisis humanitaria que está viviendo este pueblo, perseguido y expulsado de su país por razones religiosas. Se trata también de mostrar a los menores la realidad de otros niños de su misma edad que viven en campos de refugiados en Bangladés, a los que la guerra les ha robado su infancia. Es un aprendizaje que los alumnos difícilmente encontrarían en los libros de texto y un conflicto del que apenas se habla en los medios de comunicación. Save The Children les invita a acercarse a esta realidad y a través de su colegio, con sus profesores como referentes y de una forma lúdica, con una carrera solidaria que se celebrará en este mes de noviembre.
La colaboración de las entidades sociales con los centros educativos no es algo nuevo. Desde hace más de 30 años, las asociaciones, ONG o fundaciones han trabajado codo con codo con los docentes para llevar sus campañas de sensibilización a los alumnos. El beneficio es mutuo: para las entidades sociales, se trata de una forma de despertar conciencias en niños y adolescentes que estarán más sensibilizados con estas causas como adultos del futuro e incluso para convertirse en socios o voluntarios. Además, los niños son los mejores mensajeros para hacer extensivos estos mensajes a toda la familia e implicar también a los padres.
Por otro lado, para los docentes es una forma de enseñar más allá de lo que marca el currículum, potenciando la Educación en valores. La solidaridad, la empatía, conocer otros mundos y poner en contacto a los niños con realidades sociales difíciles son algunos de los aprendizajes que fomentan este tipo de actividades, pero también permiten a los alumnos poner en práctica la participación, la cooperación, el debate y el trabajo en equipo.
“Los programas de las entidades sociales fomentan la generosidad e invitan a los niños a dejar de mirarse el ombligo para ver que otros jóvenes de su edad están sufriendo e intentar hacer algo para ayudarles”, señala Juan Guilló, responsable de los programas en centros escolares de Save The Children. También para concienciarse sobre problemas medioambientales o enfermedades.
Hay además otra enseñanza de este tipo de proyectos que trasciende a todos estos valores: “Hacer ver a los alumnos que se puede hacer algo; y eso en este mundo de brazos cruzados es muy importante”, añade Guilló, quien detalla que el pasado año tanto con el programa Kilómetros de solidaridad como con el de Marcapáginas por la solidaridad –que se celebra en abril por el Día del Libro– se recaudaron 1,2 millones de euros que se destinaron a ayudar a los niños en Siria.
Pero hay algo que está cambiando en esa sinergia entre el mundo solidario y los centros educativos. Si hace algunos años la tendencia eran las charlas a los alumnos sobre determinados temas, muchas entidades sociales están buscando otras fórmulas más integrales. “Nosotros ni siquiera acudimos a los colegios e institutos que se suman a nuestras campañas; solo vamos a visitar a nuestros centros embajadores, que son los que cumplen diez años colaborando con Save The Children”, indica el representante de esta entidad, Juan Guilló.
Save The Children ofrece materiales a los profesores para que sean ellos mismos los que lleven el mensaje de la campaña a los alumnos. “Si vamos nosotros un día, es una hora entre las 900 de clase, mientras que si es su propio maestro el que continuamente les habla conseguimos dos ventajas: es la persona que tiene más autoridad en el aula para se crean que existen estas realidades, y no lo hace solo una hora, sino que lo incorpora a su trabajo y va a hacer referencia a este tema durante todo el curso”, asegura Guilló.
Unicef también sigue esta misma línea con los más de 5.500 centros inscritos en sus programas educativos. La entidad ofrece materiales y contenidos a los colegios e institutos para dar a conocer la Convención sobre los Derechos del Niño. “Contribuimos en un doble trabajo: ayudamos a formar a los docentes sobre los derechos de la infancia, por un lado, y por otro apoyamos al Ministerio de Educación, porque dar a conocer estos derechos es algo obligatorio para los Estados que ratificaron la Convención, y esta enseñanza debía encontrar acomodo en el currículum”, indica Nacho Guadix, responsable de Educación en Derechos de Infancia de Unicef.
Este año, cuando se cumplen 30 años de la Convención sobre los Derechos del Niño, el tema principal de Unicef es el de la participación. Y la ONG ayuda a los centros escolares a fomentar dicha participación infantil. “No se trata solo de que se conozcan estos derechos, sino que se vivan en los centros y los niños lo pongan en práctica”, indica Nacho Guadix.
Y añade que “nos hemos encontrado cada año con propuestas muy interesantes por parte de los profesores, a quienes formamos en estos temas gracias a una línea con el Ministerio de Educación y que continuamente nos muestran un gran entusiasmo”. De hecho, el responsable de Educación en Derechos de Infancia de Unicef asegura que “cada año los profesores nos sorprenden con su implicación”.
Una forma de extender los valores por todo el centro
“En los años de la EGB, teníamos visitas de muchas asociaciones que daban conferencias y charlas sobre Educación sexual o Educación vial, por ejemplo. Pero se vio que tenía escasos resultados porque si no se trabaja antes con el alumnado sobre el tema del que se va a hablar no hay un aprendizaje”, apunta Enrique Castillejo, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Pedagogos y Psicopedagogos de España.
En este sentido, señala, es imprescindible que haya un equilibrio entre el diseño de la docencia, las visitas del exterior y la motivación del alumnado. Y que exista una continuidad. “Es mejor tener claros los objetivos que se quieren tratar y crear un plan de trabajo sobre eso –en el que se implique todo el centro escolar y que se mantenga en el tiempo– a recibir muchos estímulos diferentes desde fuera, por muy buena intención que se tenga”, indica, además de ofrecer siempre que se pueda programas adaptados a las características de cada escuela. Y evitar así saturar a los centros educativos con una oferta demasiado amplia de causas sociales.
Pero, ¿cómo decide un colegio con qué asociaciones trabajar durante el curso? Los centros educativos tienen autonomía para decidir este tipo de actividades, que deben ser aprobadas por el Consejo Escolar. A veces a propuesta de una ONG. Otras veces por la implicación de un profesor o de todo el equipo directivo. Desde Cruz Roja han ido cambiando la forma de trabajar y son los centros educativos los que les dicen qué problemas les preocupan.
Así, hay zonas en las que les piden más temas de prevención de drogas o de bullying. Sin embargo, hay problemáticas que están presentes pero que no son tan fáciles de detectar. “Por eso, hemos creado unos test y programamos a principios de curso sesiones con los equipos docentes para perfilar qué necesitan”, señala Rocío Ruiz, coordinadora técnica de Cruz Roja Juventud. De esta forma ha surgido, por ejemplo, la idea de llevar a determinados institutos itinerarios de Educación emocional, puesto que la gestión de las emociones está debajo de muchas de las dificultades que se perciben en el alumnado.
En todas estas experiencias, fomentar la participación de los alumnos para que pongan en práctica la Educación en valores que aprenden de forma transversal en el centro escolar es la mejor garantía de éxito. “Lo que mejor nos funciona en nuestro caso es que quienes les hablan son voluntarios que tienen su edad; cuando la información se transmite entre iguales y compartiendo los mismos códigos, es mucho más fácil llegar a ellos”, asegura Ruiz.
También convertirles en protagonistas. Es precisamente lo que realiza la asociación malagueña Al Sur desde hace 13 años con la campaña contra la violencia de género Los buenos tratos. Se trata de trabajar durante todo el curso con alumnos de instituto y universitarios para crear una obra de teatro que hable sobre la violencia de género. Una obra que después ponen sobre el escenario en institutos ante un público adolescente.
Más de 9.000 espectadores han visto ya algunas de las diferentes obras que han representado a lo largo de estos años 600 jóvenes, que cada curso es diferente porque son los propios estudiantes los que escriben el guion con la ayuda de un dramaturgo y de un psicólogo experto. Un proyecto que ha sido pionero por el uso del teatro para tratar la violencia de género y que ha conseguido numerosos reconocimientos, como el Premio Dionisos 2011 de la Unesco o el VIII Reconocimiento contra la Violencia de Género del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad el mismo año.
“Los chicos que participan como actores, ensayando dos o tres horas semanales, se meten en la piel de los maltratadores y de los maltratados y el mensaje les llega mucho más que si fuésemos un día al centro escolar a hacer una campaña puntual”, señala Carlos Rodríguez, coordinador de la campaña. Y los estudiantes que ven la obra conectan con los mensajes porque son sus iguales quienes les guían en un viaje desde los malos a los buenos tratos. “La interacción entre el mundo de la escuela y las asociaciones es bueno porque nosotros estamos especializados en este tipo de temas más complejos; debemos ser un complemento para los profesores para poder sumar entre todos”, opina Rodríguez. Una relación que abre un poco más las puertas de los centros educativos al mundo que les rodea.
Fuente: Magisnet