¿Cerrar los centros de Educación Especial? No. Mejor abrirlos
Está abierta la polémica ante la necesidad de llevar adelante el modelo de educación inclusiva en su sentido más estricto, es decir, escolarizando a todos los niños y niñas en la escuela ordinaria y dotando a esta de los medios pertinentes para poder atenderlos adecuadamente, y la postura de algunos profesionales y familias de centros de Educación Especial, que entienden es imposible ofrecer respuestas válidas a su alumnado fuera de ellos, por lo que consideran imprescindible mantenerlos como hasta ahora.
El último informe del Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, de la ONU, acerca de la situación de la educación inclusiva en España, es contundente, como ya comenté en mi anterior artículo. Afirma con rotundidad que estamos cometiendo “violaciones al derecho a la educación inclusiva y de calidad” por continuar excluyendo de la educación general particularmente a personas con discapacidad intelectual o psicosocial y discapacidades múltiples. Personalmente, creo que tienen razón, dado que se ha demostrado fehacientemente que mejora la calidad de vida de las personas cuando se desarrollan en ambientes más ricos en cuanto a estímulos externos y, si nos referimos al aprendizaje, también las expectativas son más altas para todos en la escuela ordinaria, y eso favorece el esfuerzo y el mayor logro de metas alcanzadas.
Toda nuestra legislación, general y educativa, aboga por la educación inclusiva: es el modelo oficialmente aceptado. Pero después de treinta y tres años del comienzo del programa de “integración” y de doce años de la publicación de la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, el hecho cierto es que se mantiene un porcentaje, en torno al 20% de alumnado, que permanece escolarizado en centros de Educación Especial y que no se dan pasos para avanzar hacia el modelo propuesto como mejor para todos. Ya estaba previsto en la LOGSE que se convirtieran en centros de recursos para la zona, pero poco se ha trabajado para conseguirlo.
Por otra parte, la incoherencia que se da en nuestra realidad actual es que no solo se mantienen los centros de Educación Especial, sino que se construyen otros nuevos, como se ha anunciado recientemente en la Comunidad de Madrid para el Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz, previendo su inicio de funcionamiento para 2020. Pareciera que nos movemos en la ceremonia de la confusión.
La alarma en ciertos sectores surge, supongo, porque se habla de “cerrar los centros de Educación Especial”, cuando muchos están avalados por su buen funcionamiento, sin duda. Y, como antes decía, no se tiene confianza en que la escuela ordinaria disponga de los medios (de todo tipo) adecuados para atender al conjunto de la población estudiantil, sean cuales fueren sus características.
Pero pensemos en sentido inverso. Los centros de Educación Especial están bien dotados de equipamiento, de profesionales especializados, de instalaciones, de recursos didácticos…, para ofrecer una educación adecuada a su alumnado. No me cabe duda. Conozco su realidad de forma directa y la valoro sinceramente. Pero también es cierto que a esos niños y niñas se les priva del contacto con los demás, beneficioso no solo para ellos, sino también para el resto, que los conocería mejor y sabría apreciar sus capacidades y tratarlos como se merecen, personal y socialmente. El nuevo centro que se va a construir, con seguridad seguirá esta misma línea de actuación. ¿Por qué cerrar estos centros? ¿Por qué desaprovechar sus recursos y, sobre todo, el saber y la experiencia acumulada durante años por sus profesionales? ¿No será mejor abrirlos al resto del alumnado? ¿Qué problema hay en ampliar la matrícula a toda la población escolar y, progresivamente, ir escolarizando a cualquier tipo de niños y niñas en todos los centros, especiales o no? Mucho alumnado se vería favorecido por la atención de especialistas que, ahora mismo, la escuela ordinaria no tiene, o por la posibilidad de utilizar recursos no generalizados en el sistema.
En función de sus instalaciones y posibilidades, puede iniciarse la tarea de disponer de educación inclusiva en los actuales centros de Educación Especial, al igual que en todos los demás, para ir adaptando nuestra realidad a otra que parece confirmarse como mejor para la persona y para la sociedad. Esto no se hace de un día para otro, pero si se quiere llegar a que el modelo que defendemos sea el vigente, de verdad, hay que empezar a ponerlo en práctica.
¿Utopía? No lo creo, puesto que es una realidad en otros países. ¿Problemas? ¿Y qué tarea humana no los tiene? ¿Lo intentamos o continuamos privando de calidad educativa a las personas que más la necesitan? Habrá que decidirse.
Fuente: Revista Innovamos