Al pan, pan y al vino, vino: La LOMCE es una ley franquista en toda regla
Soy partidario de que se hagan las cosas bien y no constantes reformas y contrarreformas que no suelen ser otra cosa que parches o el producto de la vanidad del que ocupa el Ministerio de Educación. Y quien lo está haciendo mal, en estos momentos, es el gobierno del Partido Popular que en menos de un año ha puesto al país ‘patas arriba’ con los recortes económicos y, sobre todo, con los recortes de derechos. Y lo está haciendo mal al hacer caso omiso a las evidencias: es imposible salir de la crisis a través de recortes y más recortes y sin crear empleo y, a pesar de ello, este gobierno y su presidente a la cabeza, se ha puesto al servicio del capital y se ha olvidado completamente de la ciudadanía española. Como muchos economistas han señalado (incluyendo al premio Nobel de economía Paul Krugman) no se soluciona el problema económico sin una decidida política de inversión y, añadiría yo, tampoco se soluciona únicamente con medidas económicas, sino limpiando de nepotismo y corrupción a las instituciones, y a la postre, democratizándolas (algo que afecta a los dos grandes ‘partidos’ PP y PSOE, como es bien sabido). Es un problema de democracia y no sólo de economía el que tenemos y el gobierno, intencionadamente, no sólo mira hacia otro lado, sino que hay toda una premeditada provocación institucional.
El presidente del gobierno suele decir “al pan, pan y al vino, vino”, queriendo mostrar su, como se ha visto y comprobado, muy cuestionable sinceridad. Sin embargo, nos ha instalado en la mentira permanente, al convertirnos en figurantes en la comedia del engaño que es hoy la democracia en España. Como sigamos mucho tiempo sin reaccionar no va a haber quien nos conozca. Yo ya no sé cómo denominarme o cómo denominar lo que siento como ciudadano de este país. Sólo se que, una voz dentro de mi me pregunta: pero bueno ¿qué eres, un indignado permanente o un cabreado enfermizo?.
Y como muestra de lo que digo un botón: en relación a la Ley de Ordenación y Mejora de la Calidad de la Educación que, no es sólo una ley ideológica como muy bien dice Francisco IMBERNÓN en el País (13 de septiembre, 2012), sino que es una ley franquista al más puro estilo: elitista, ultraconservadora y discriminatoria. No es verdad que el ministro Wert presente una nueva Ley de Educación, lo que ha hecho ha sido eliminar de la LOE todo aquello que sus correligionarios le han indicado para aniquilar a la educación pública porque según él: “la educación pública ha dejado de contribuir a la promoción social”. Señor Wert ¿es qué, de ahora en adelante va a ser la escuela privada la que se encargue de educar a los más pobres?.
Entrando en el análisis diré que desde el mismo título Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de la Educación, puro eufemismo, el señor ministro ha juntado tres hermosas palabras: ‘mejora’, ‘calidad’ y ‘educación’ para dejar sin sentido a las propias palabras, y nada tiene que ver el título con el contenido de la misma. Democracia, libertad, igualdad, solidaridad, cooperación, equidad, justicia… son conceptos que han perdido su auténtico significado. Desde el inicio el lenguaje que se utiliza es empresarial y competitivo, y nada tiene que ver con lo educativo: “la educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. El nivel educativo de un país determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional (los gladiadores del circo romano) y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro…” (Anteproyecto LOMCE, 1er párrafo, septiembre 2012).
Se puede entender que para el señor ministro, la educación sea fundamental para el desarrollo de la sociedad del conocimiento en la que se va a basar la economía de los países europeos en los próximos años, pero, precisamente por eso, la prioridad fundamental de una ley de educación debe ser formar a una ciudadanía libre, culta, democrática y humana, y de esta ley se deduce todo lo contrario: una ciudadanía disciplinada, antidemocrática e inculta, donde lo que importa son los resultados, la competitividad y el rendimiento económico. No se garantiza una educación inclusiva y, menos aún, una sociedad inclusiva.